Construyendo una narrativa económica nueva y sólida sobre la pérdida de la naturaleza y la degradación de los ecosistemas

Posted on enero, 22 2020

Manuel Pulgar-Vidal, líder de la práctica global de clima y energía de WWF, reafirma en esta columna de opinión la necesidad de entender la pérdida de naturaleza como un aspecto clave para el fortalecimiento de la economía mundial.
Por: Manuel Pulgar-Vidal, líder de la práctica mundial de clima y energía de WWF

El daño que le hacemos a la naturaleza no solo ha causado una crisis ambiental, sino también económica. A pesar de que en los últimos 50 años se han hecho muchos intentos para aclarar los vínculos existentes entre la economía y un ambiente saludable, además de enfatizar la relación entre ambos, la evidencia científica no nos está llevando a la toma de acciones.

Desde 1972, con el informe ‘Los límites del crecimiento del Club de Roma’, se empezó a advertir a la humanidad sobre la capacidad de nuestro Planeta de sostener una población en crecimiento con los patrones de producción y consumo actuales. De hecho, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, acordado en la ONU en 1992, propuso proteger la naturaleza y garantizar su uso sostenible.

En 2007, durante la reunión de países del G8+5 en Potsdam, Alemania, los ministros de ambiente propusieron iniciar el proceso de análisis del beneficio económico global de la diversidad biológica, los costos de la pérdida de biodiversidad y la falta de medidas de protección frente a los costos de la conservación efectiva, y así fue como se creó la iniciativa global ‘La economía de los ecosistemas y la biodiversidad’ (TEEB por sus siglas en inglés),y desde entonces se vienen produciendo una serie de informes para partes interesadas específicas.

A medida que la presión sobre la naturaleza se ha vuelto más intensa han crecido los esfuerzos para demostrar las conexiones entre los sistemas naturales y nuestro bienestar social y económico, y calcular los costos económicos de la degradación ambiental.

Estos incluyen el informe The Nature of Risk de WWF, publicado el año pasado; la revisión en curso del profesor Sir Partha Dasgupta sobre La economía de la biodiversidad para el Gobierno del Reino Unido, y la serie de informes New Nature Economy del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), que serán publicados en diferentes momentos del 2020, comenzando este enero en Davos, Suiza.
Un número creciente de investigadores y organizaciones está pensando en cómo la pérdida de la naturaleza y la degradación de los ecosistemas influirán en las empresas. De hecho, por primera vez, los cinco riesgos principales identificados por WEF en la edición de este año de su Informe Anual de Riesgos Globales son todos ambientales, incluida la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas.
Está claro que nuestro modelo económico actual está destruyendo ecosistemas y llevando a miles de especies a la extinción. Las advertencias están ahí. Pero todos estos esfuerzos no han sido suficientes. Como descubrió el Informe Planeta Vivo 2018 de WWF, las poblaciones de  peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles disminuyeron en un 60% desde 1970.

Estos hallazgos complementaron la histórica Evaluación Global de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia-Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas. Un documento publicado por el IPBES que demostró que un millón de especies están en peligro de extinción. La degradación de la tierra ha reducido la productividad de casi una cuarta parte de la superficie terrestre mundial y hasta 577.000 millones de dólares en cultivos mundiales anuales están en riesgo por la pérdida de polinizadores naturales.

Necesitamos ampliar los esfuerzos globales y crear una nueva narrativa sólida e integral sobre la dimensión económica de la pérdida de la naturaleza, y romper la conexión, de una vez por todas, entre el crecimiento económico y la degradación ambiental. Si no somos capaces de generar confianza a través de un proceso que pueda involucrar a múltiples actores, que convenza con base en la evidencia científica, que ayude a los sectores económicos a identificar sus propios riesgos y establecer sus propios objetivos, y que promueva una comprensión más clara y permanente, no podremos evitar y revertir a tiempo los riesgos innegables que enfrentamos debido a la pérdida acelerada de la naturaleza y sus enormes impactos e implicaciones a largo plazo en la economía y la sociedad.

Es por eso que, con base en la experiencia de la comunidad climática, debemos crear una comisión global sobre la naturaleza y la economía para desarrollar un mejor vínculo entre la naturaleza, el desempeño económico y el desarrollo.Esta comisión podría resaltar la importancia de la ventaja económica de actuar sobre la pérdida de la naturaleza.

Necesitamos reconocer que, cuando evitamos la pérdida de la naturaleza, podemos crear beneficios económicos. Esta comisión produciría evidencia independiente y autorizada de la relación entre el desempeño económico y la reducción de la pérdida de la naturaleza. En ese sentido, ayudaría a identificar un incentivo para promover un cambio de comportamiento que nos permita abordar la pérdida de la naturaleza, en función del beneficio económico de hacerlo. Este incentivo podría informar las políticas y decisiones nacionales e internacionales.

Podría aprovechar una mayor cooperación internacional, uniendo a los gobiernos, a la sociedad civil, a las empresas y a otras partes interesadas para catalizar el crecimiento económico sostenible y reducir la pérdida de la naturaleza.

Asimismo, la comisión serviría para desbloquear el poder de los tomadores de decisiones nacionales para la implementación práctica de medidas que protejan la naturaleza con acciones integradas sobre la pérdida de la naturaleza en los esfuerzos para proteger el clima.

Prevemos que la comisión operará como un organismo de múltiples partes interesadas, que reúna instituciones gubernamentales, empresariales, académicas y científicas, y la sociedad civil que trabajan para un objetivo común. Podría desarrollar una narrativa a largo plazo, que se vincule con objetivos para el 2030, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y que establezca conexiones entre la naturaleza, el clima, el desarrollo y la economía.
Dicha comisión podría (y debería) ser independiente de los procesos políticos a corto plazo, lo que le permitiría escapar de la captura de países individuales o partidos políticos, y producir investigaciones y recomendaciones sin la necesidad de un consenso político exhaustivo.

También podría ayudar a traer una crisis global al foco local. Si bien el alcance de la crisis en la naturaleza es mundial, sus impactos son altamente específicos a nivel regional y, en términos económicos, tendrán impactos diferenciados en los diversos sectores de la economía global. La comisión podría producir investigaciones e informes que aborden estos diferentes impactos regionales y sectoriales.

Lo que se necesita ahora es liderazgo. Para que la Comisión Global tenga éxito, las declaraciones clave de los líderes deben avanzar para defender su visión, elevar su perfil y dar forma a su agenda. Ahora es el momento de presentarse. No podemos permitirnos perder más tiempo para abordar la crisis que enfrenta la naturaleza.
 
 
Vista aérea de Ciudad de México, la segunda más grande del mundo.
© Edward Parker